Ensayo Naturaleza Humana/Animal
A menudo se habla del momento en que el hombre domesticó a las bestias. Dependiendo del animal domesticado el hombre pudo avanzar en su desarrollo hasta convertirse en la civilización que es. Su ingenio llevó a domesticar desde plantas, cuadrúpedos, aves, insectos, e incluso peces. De cada uno de estos animales el ser humano obtuvo, y sigue obteniendo, algún insumo o trabajo que le sirve para poder subsistir. En el reino animal, pareciera ser, que de todas las especies la nuestra es la que siempre ha sobresalido, o mejor dicho desentonado.
Podríamos decir que desentonamos porque no solemos adaptarnos al mundo tal y como es. Necesitamos cubrirnos de los elementos, no parecemos ser capaces de procesar nuestros alimentos sin tener que recurrir a complicados rituales y elementos que suelen ser antinaturales. Dormimos encima de objetos que ningún otro animal necesita, engendramos complicados protocolos y herramientas para desempeñarnos en nuestro diario existir. Tenemos un lenguaje que comúnmente usamos para comunicarnos, usamos el concepto de “mentir” para elucubrar lo que a veces decimos a otros, o a nosotros mismos. Utilizamos máquinas para movernos, hablar, respirar, pensar, entretenernos, engañarnos, y hasta para llenar vacíos existenciales. Tenemos complicados sistemas económicos, en los que pretendemos justificar nuestra avaricia, donde pocos tienen demasiado y muchos tienen muy poco. El ser humano tiende a siempre querer obtener más y más. Pareciera que es un animal sin saciedad, sin fondo, sin límite, sin un lugar al que pertenecer.
En este frenesí de obtener siempre más, el hombre ha tomado de la naturaleza todo lo que cree necesitar. Solemos decir que la naturaleza es sabia y siempre da lo necesario a quien lo necesita. Podríamos decir que la máxima de la naturaleza es dar sin mesura ni condición. Podemos ver que los que habitan en su reino, todas las demás especies, entienden este precepto y lo llevan a la práctica. Toman de la naturaleza pero lo devuelven completo con sus vidas mismas. No atesoran, ni gestionan, ni codician. Saben que en el acto de dar está el propósito y que inevitablemente todo aquello que se da regresa en el momento adecuado.
¿Por qué el ser humano no parece entender este precepto natural? La respuesta parece no ser clara para nuestra sociedad. Solo podemos elucubrar más preguntas, ¿Somos una aversión de la naturaleza? O ¿Es la naturaleza un estadio que dejamos cuando nos convertimos en una civilización? ¿El intelecto superior que tenemos nos convierte en algo diferente a los demás animales? ¿Este intelecto es un regalo o una maldición? ¿Lo que hemos tomado de la naturaleza pierde su conexión con esta?
A esta última pregunta podemos dar respuesta al observar que las especies que hemos domesticado suelen ser lo suficientemente capaces para poder subsistir de vuelta en el mundo natural. Muchos son los casos en que animales domesticados regresan a la naturaleza y se integran de nuevo a sus ritmos y protocolos. Es curioso como las especies que son tomadas de la naturaleza pueden regresar a él, y el ser humano que salió de ese mismo sistema natural parece no poder integrarse de vuelta.
Es como si de alguna forma todas estas especies estuviesen cautivas, en un intercambio forzado. El hombre las cuida y ellas a cambio dan algo de su naturaleza o de su trabajo. Son unas pocas especies, que a pesar de estar domesticadas y ser completamente funcionales en el mundo natural, parecen tener un extraño trato con la domesticación humana. Pareciera que unas pocas criaturas hayan decidido acompañar esta nueva alianza y desentenderse de su vida como individuos libres de este sistema natural.
¿Qué le hace falta al ser humano para poder regresar a su origen?
Podemos ver una posible respuesta a esta pregunta analizando a una de las muchas criaturas que este espécimen ha domesticado a lo largo de su historia, el Canis Lupus Familiaris. Es considerado como el mejor amigo del hombre. Este título se lo ha ganado por poseer una muy valiosa cualidad; la lealtad. Mejor conocido como “perro” esta criatura es el fiel compañero de un ser humano. Estos canes mantienen firme su decisión de respetar la ley de la naturaleza, dar sin mesura ni condición. Las personas los observamos como lacayos, pues no importa cómo les trates siempre estarán ahí. Dentro de nuestro lenguaje solemos tener expresiones ambivalentes con respecto a la palabra perro. Puede ser bueno, cuando la usamos “es tan leal como un perro”, o negativa y despectiva cuando decimos que “es un perro faldero” o “lleva una vida de perro”. Este animal parece tener aquello que al hombre le hace falta para poder regresar a su mundo de origen, la lealtad. El perro común muestra al ser humano el simple acto que la naturaleza hace en cada iteración, dar sin mesura ni condición. El perro da su atención, su energía, sus habilidades, su mirada, su alegría, su apoyo, y hasta su vida misma. El hombre por el contrario parece estar ciego ante este noble principio. Por miles de años hemos estado en el mundo junto a nuestros compañeros caninos y parece que aun así, a pesar de los incontables actos de lealtad caninos, seguimos sin entender que nos hace falta para encajar y no desentonar en el mundo que vivimos.
La naturaleza del ser humano es un misterio que confunde. Sus orígenes vienen de la tierra donde se da sin mesura, pero él se empeña en progresar tomando sin medida. Quiere “arreglar el mundo” yendo en contra de sus principios, arrebata espacio, recursos, tiempo, vitalidad, etc. Es una criatura intrigante, ingeniosa, noble, cruel, mezquina, ignorante, temerosa, y valiente. El ser humano es todo, y a la vez no es nada. ¿Cuál es la naturaleza humana? Es una pregunta que puede no ser resuelta nunca, salvo que recapacite, y olvide todo aquello que lo ha alejado de su principio, de su verdadera naturaleza, la que posiblemente comparte son todas las demás especies de este mundo.
Comentarios
Publicar un comentario