Las cajitas magicas...


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  1. Los teléfonos inteligentes
    En nuestros tiempos, en donde todos, de un lado a otro, nos movemos presurosos, existen unas pequeñas herramientas que gobiernan nuestra civilización. No son más grandes que el cerebro de una persona promedio, y aun así, pueden acceder a toda la información que el ser humano ha sido capaz de conservar hasta la actualidad. Estas invenciones parecieran tienen una doble cara. En apariencia se muestran aburridas, pero en su esencia son irresistibles. Su cautivadora luz se puede encender por insistencia del aburrimiento, la ansiedad, o por el simple capricho de mirar qué hay de nuevo en un mundo virtual, en un mundo fingido. Cabe mencionar que una vez encendida su luz no hay poder en el mundo que le despegue al sirviente su cara del pequeño y poderoso soberano.
    La sociedad se encuentra dividida, por un lado están quienes son fervientes servidores del progreso y lo digital. De forma incondicional siguen los caminos de los teléfonos inteligentes. Los idolatran y veneran como sus objetos más preciados. Es común ver cómo van caminando por la calle sujetándolos con gran devoción. En la actualidad es fácil ver cómo las madres “abrazan” fuertemente sus teléfonos inteligentes mientras sus vástagos caminan sin atención junto a sus sensatas progenitoras. Los adeptos a estas tecnologías suelen ser personas llenas de fe. Es tanta su confianza en estos aparatos que los usan mientras manejan sus vehículos. Pareciera que mientras conducen les van rezando, retando así a la suerte, al destino, o a la mismísima muerte.
    Por el otro lado están los conservadores, estos sobrevivientes de épocas anteriores que se oponen a siquiera pensar en usar dichos aparatejos. No es sorpresa mencionar que sus filas se ven día con día reducidas, pues es común divisar como más y más guerreros del pasado se rinden y convierten a la supremacía de la era digital. Estos guerreros que poco a poco caen en desuso se indignan al ver que los infantes ya no saben que es la tierra y la imaginación. Les parece increíble cómo las nuevas generaciones han olvidado lo que se podía hacer con un poco de tierra e imaginación. Los soldados del pasado cuentan como también, en tiempos que ya casi quedan en el olvido, se era posible dialogar con una persona viéndole a la cara. Los seguidores de la era digital no imaginan como una plática puede llevarse a cabo de forma tan anticuada. Estos sirvientes digitales ensalzan las habilidades sobrehumanas que los teléfonos inteligentes les dan al poder conversar con muchas personas a la vez, aquí y a lo lejos, bueno, siempre y cuando sus maravillosas computadoras de bolsillo tengan batería o estén en la agraciada zona de cobertura de señal.
    Algunos cuantos que todavía piensan un poco, experimentan una extraña sensación en su interior. Mientras miran con urgencia y necesidad la pantalla de su dispositivo móvil inteligente, se extrañan de sentirse vacíos, cansados, dormidos, confundidos. No saben bien que es este sentimiento, esta sensación, esta idea que no los deja estar en paz. Con el poco tiempo que les dejan libres, los humanos se preguntan de dónde podrá venir esa pequeña voz, ese extraño sonido que no viene de sus maravillosos teléfonos. ¿Será que los humanos también poseen magia como su adorada tecnología? O será que tal vez, solo tal vez, que esos leves gritos que aun escuchan, ¿vengan desde el fondo de su ser?.
    Puede que estos leves sonidos sean el grito desesperado de su humanidad, de su intelecto y de su imaginación pidiéndoles ayuda, explicándoles porque no les maten de hambre.
    Este pequeño objeto se ha servido de la raza dominante de este planeta. Lamentablemente parece ser que no hay nada que los conquistados puedan hacer al respecto, pues entre más avanzan más dependientes se hacen de su tecnología. El futuro de la imaginación y voluntad de nuestra especie es incierto. Parece que la humanidad ha sido conquistada, y no por una raza más inteligente o superior, sino, por un artilugio. Un artilugio que pareciera venir de los confines más recónditos de su infernal imaginación humana.

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