Uno de mis primeros cuentos cortos...

Todo y nada


Es domingo, apenas pasan de las 8 de la mañana. En la ciudad se escucha el leve, casi inaudible, ruido que los automóviles y las personas hacen al comenzar sus actividades dominicales. Este liviano susurro es especial, pues en nada se parece al agitado, caótico y  estruendoso concierto de entre semana. Domingo, para muchos es día de descanso, el único día  de respiro, el día en que la agitada vida en la ciudad da tregua a sus habitantes. Hace algunas semanas que el verano terminó y luego de haber pasado un abrumador verano los moradores de estas tierras agradecen que las primeras brisas frescas se asomen por sus ventanas. A pesar de que el viento augura un invierno frío, este es bienvenido y las personas dejan sus ventanas abiertas para que sus casas se llenen de frescor, al menos por algunos días, antes de que el frío los obligue a cerrarlas hasta la primavera.

En una de estas ventanas abiertas, de una de las casas de los muchos vecindarios de esta ciudad, están dos seres, ajenos, curiosos, diminutos y silenciosos. Estos seres de forma y tamaño similar al de un limón, coloridos -como colorido es el carbón- y tan gruesos como gruesa es una hoja de papel observan la escena que ante sus ojos se presenta: 


Una familia joven, un niño y sus padres, concentrados en sus tareas propias del día. La madre busca uno de los calcetines de su hijo, porque no puede comenzar a echar a andar la lavadora si uno de los calcetines no tiene su par – los calcetines no gustan de estar con su par, siempre se escapan y se esconden en los lugares más insospechados posibles. El padre revisa con detenimiento un periódico del día anterior, busca entre las páginas de deportes el marcador del partido del viernes. No tuvo tiempo de ver la contienda y las ansias de saber si su equipo favorito ganó le impiden comenzar con sus tareas de mantenimiento en el jardín de la casa. El niño – con 4 años de edad como máximo- mira las caricaturas matinales. El niño sonríe, cautivado por lo que miran sus ojos. Recostado boca abajo y con su barbilla apoyada en sus manos mueve rítmicamente sus pies, balanceándolos como el péndulo de un reloj. 

Luego de un rato, uno de los dos seres diminutos que observan desde la ventana le pregunta al otro:

-¿Qué venimos a ver a este sitio?

-Nada, y tal vez todo. ¿Sientes la brisa?

-Sí, me gusta como corre la brisa, y más en este lugar.

-A mí también me gusta, nunca me canso del viento fresco del otoño.

-¿Estas son las extrañas criaturas de las que hablan todos los que regresan?

-Sí, estas son.

-¿Por qué ese es más pequeño que los otros?

- Los dos grandes ya están desarrollados, son adultos. Sus cuerpos ya no crecerán, y es posible que su mente tampoco. A lo más puede que se pongan rechonchos, pero esos no suelen durar mucho. Los que duran más, los que no son corpulentos, son los que se encorvan, arrugan y encogen, para luego, mucho antes de convertirse en polvo, morir. 

-¿Por qué les pasa eso? 

- Es parte de su naturaleza. El destino de todos los que existen aquí. Es una de las cosas que más te sorprenden cuando llegas.

- Pues sí, es muy extraño. ¿El tiempo que duran vivos se parece al nuestro?

-No, para nosotros, su vida, es solo un instante, apenas un parpadeo. 

-¡Vaya! solo un instante… 

Y ¿qué hacen con tan poco tiempo?

- Esa, mi querido amigo, es otra de las cosas que te sorprenderá cuando la veas. Con una vida tan fugaz son capaces de no hacer nada, o de hacerlo todo.

-¿De qué depende que hagan lo uno o lo otro?

- De ellos mismos. De nadie más.

-No lo entiendo. ¿Cómo es que pueden decidir no hacer nada? Con tantas cosas que conocer en un mundo tan asombroso como este. Estos lugares no son fáciles de encontrar, nos toma eternidades hallarlos. Si yo tuviera una vida tan corta no sabría por dónde empezar. Me sería imposible decidir y limitarme a tan breve tiempo en un mundo como este.

- No lo entiendes porque acabas de llegar. Conforme vayas conociéndolos lo entenderás. Y sabes, esta es una de las razones por las que sigo aquí. Es extraordinario lo que llegan a hacer en tan poco tiempo, claro, cuando se lo proponen. Por eso te traje aquí, a esta casa. La criatura pequeña que está allí es un niño. Él es el futuro, y en esa pequeña criatura se encuentra el potencial suficiente para convertirse en algo extraordinario, serlo todo. Pero también dentro de ese niño está la posibilidad de no ser nada.

Luego de escuchar esto, el ser que acaba de llegar a este mundo medita un poco  lo que acaba de escuchar. Aun sin entender del todo, la razón por la que su compañero sigue en este mundo, mira a su amigo y en su rostro observa un gesto y una sonrisa esperanzadora.

-Por cómo miras a ese niño me da la impresión de que sabes algo sobre su futuro. 

El ser que ya tiene tiempo en este mundo suspira, y sin apartar su mirada de la familia comienza a pensar en voz alta:





-No, no sé nada de su futuro. He estado aquí desde el principio de sus tiempos. Los he visto salir de las praderas y convertir sus pequeñas y rudimentarias chozas en enormes ciudades, Son seres creativos, y en ocasiones, de las formas más inesperadas, vencen los obstáculos que la vida les dispone. He sido testigo de su capacidad de transformar el mundo en el que viven. Son seres asombrosos, llenos de sorpresas. A pesar de lo equivocados, lo perversos,  lo injustos y lo infames que han llegado a ser, tienen un don divino en su interior:

Pueden en un instante y de la nada… SERLO TODO.


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